A ti, por ser quien eres.
Como siempre, se me ha echado el tiempo encima, y te escribo
hoy en lugar de ayer. Pero no pasa nada, porque te escribiré toda la vida.
Ya sabes todo, porque tu me creaste. Conoces mi esencia,
porque fue creada a partir de la tuya. Sabes lo que pienso, casi en todo
momento, porque eres parte de mi mente. Confías en mi, porque tu me enseñaste
lo que significa la confianza. Ves con mis ojos, porque yo aprendí a ver a
través de los tuyos. Y en definitiva, lo sabes todo sobre mi, aunque siempre
existan cuestiones que ya se escapen de tu alcance.
No te voy a decir que eres el mejor padre del mundo, porque
en realidad, eres el más apropiado y el idóneo para mi propio mundo. El orgullo
lo defino como eso que siento al tenerte por y para mi.
La perfección no existe, tu me lo enseñaste, pero para mi tu
eres perfecto y tus defectos son aprendizaje, espero que los míos también lo
sean para ti.
Me has enseñado la vida desde diferentes perspectivas, desde
diferentes lugares, desde diferentes objetivos.
Con el objetivo básico aprendí a ver la realidad, el
presente, la familia, la amistad y en conjunto, la vida. No son necesarias
diferentes visiones para lo sencillo, para lo que siempre perdura.
Con el gran angular me enseñaste a ver más espléndido lo que
ya es bonito. De esta forma me gusta ver algunos rincones de París, o playas
tan extensas que el objetivo normal no abarca.
Con el teleobjetivo me enseñaste a apreciar los detalles que
el ojo humano no recoge. Las farolas muy de cerca, las plumas de los pájaros,
los diferentes tonos de la luna.
Con el ojo de pez sólo veo lo real distorsionado, cuando
prefiero la risa a la cruda realidad.
Es una afirmación que no se puede comprobar, pero soy la
persona más afortunada por haber visto tanto mundo contigo. Por haber
sobrevolado o “supervolado” tantos lugares maravillosos. O simplemente por
haber hecho kilómetros y kilómetros contigo y con ella, o sólo contigo.
Todo es nuevo e inolvidable, todo son momentos y
situaciones. Pero si tengo que amar con locura, amaré Logroño y París, La
Solana y Barcelona, Salamanca gracias a ti, Praga porque si, Amberes por ser un
cuento, Egipto por ser diferente, Venecia y sus canales, Londres por sus
aventuras, y Nueva York por su inmensidad. Y el resto, pues también.
Pero sobretodo amaré la compañía. Cada aventura, cada
charla, cada instante, e incluso cada discusión con final feliz o agridulce.
Porque tu no eres aprendizaje, eres MI aprendizaje.
Nuestra confianza es bella porque hemos trabajado para que
así sea. Cada vez que tengo dudas o simple curiosidad, tu estás.
Yo no tengo vergüenza, a veces soy impulsiva, a veces no se
callar. No cuento hasta diez antes de hablar, contigo no me sale. Marco nueve
dígitos y contacto contigo, y lo que más me alegra es que nunca tendré ganas de
dejar de hacerlo.
Me has enseñado a disfrutar también. Por ejemplo, cambiando
el curso habitual de un lugar. Por ejemplo, viajando a Portugal y bailando
Michael Jackson con cerveza en un garito que acogió el ritmo logro-gallego con
muchas ganas. Y levantando de sus asientos al conjunto de personas que estaban
allí, animando al personal, porque tu no eres el rey del pop, tu eres mi rey
privado.
Aun nos quedan tantos bailes que los denomino ilimitados. Y
si hace falta me volveré a dislocar el dedo meñique cuando imite tus pasos.
Me has dicho muchas veces que viva el momento, que bese
lentamente, que quiera intensamente. Y aunque lo primero es harto complicado
para mi, te aseguro que lo segundo y lo tercero lo llevo a raja tabla.
Porque yo le doy vueltas al futuro, pero los besos me gustan
profundos, y querer está en lo alto de mi pirámide personal.
Nunca dejaré de admirarte, porque para mi, es imposible.
Ya lo sabes pero nunca está de más, te quiero todo lo que se
querer.
https://www.youtube.com/watch?v=sOnqjkJTMaA